"El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mat. 16:15, 16).
Esta pregunta estaba relacionada con los discípulos mismos. Desde el principio, Pedro había creído que Jesús era el Mesías.
Muchos otros que habían sido convencidos por la predicación de Juan el Bautista y que habían aceptado a Cristo, empezaron a dudar en cuanto a la misión de Juan cuando fue encarcelado y ejecutado; y ahora dudaban que Jesús fuese el Mesías a quien habían esperado tanto tiempo.
Muchos de los discípulos que habían esperado ardientemente que Jesús ocupase el trono de David, le dejaron cuando percibieron que no tenía tal intención. Pero Pedro y sus compañeros no se desviaron de su fidelidad. El curso vacilante de aquellos que ayer le alababan y hoy le condenaban no destruyó la fe del verdadero seguidor del Salvador. "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente."
El no esperó que los honores regios coronasen a su Señor, sino que le aceptó en su humillación. El había expresado la fe de los doce. Sin embargo, los discípulos distaban mucho de comprender la misión de Cristo. La oposición y las mentiras de los sacerdotes y gobernantes, aun cuando no podían apartarlos de Cristo, les causaban gran perplejidad. Ellos no veían claramente el camino.
La influencia de su primera educación, la enseñanza de los rabinos, el poder de la tradición, seguían interceptando su visión de la verdad. De vez en cuando resplandecían sobre ellos los preciosos rayos de luz de Jesús; mas con frecuencia eran como hombres que andaban a tientas en medio de las sombras.
Pero en ese día, antes que fuesen puestos frente a frente con la gran prueba de su fe, el Espíritu Santo descansó sobre ellos con poder. Por un corto tiempo sus ojos fueron apartados de "las cosas que se ven" para contemplar "las que no se ven". 2 Cor. 4:18. Bajo el disfraz de la humanidad, discernieron la gloria del Hijo de Dios.
Jesús contestó a Pedro: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos."
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